La zona de confort es la trampa del cambio

Si anclad@ en tu zona de confort, creés que lograrás un cambio, te invito a que leas con atención este post. Comencemos por el principio. Nuestra mente y nuestro cuerpo están interconectados, no hay forma de que suceda algo en la mente sin influenciar al cuerpo y, viceversa. Tanto la mente como el cuerpo están en diálogo constante.

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Como vimos en el post Tus pensamientos crean tu realidad, o El mapa no es el territorio, si pensamos de una manera determinada, nuestro cuerpo reaccionará de acuerdo a eso y actuaremos en consecuencia. De igual forma si actuamos de cierta manera, nuestra conducta cambiará nuestros pensamientos, por ende también se modificarán nuestros sentimientos y emociones. En ambos casos, delimitamos así nuestra zona de confort a partir de nuestro mapa interior.

¿Qué sucede con lo que pensamos?

Comencemos por comprender qué es lo que sucede cuando pensamos, para así entender por qué la zona de confort es una amenaza para el cambio.

Gandhi dijo: «Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino.»

Para comenzar, podríamos decir que los conocimientos (interpretaciones, pensamientos) son del terreno de la mente y las experiencias (conductas o comportamientos) del cuerpo, cuando aplicamos los conocimientos y creamos una experiencia nueva, le enseñamos al cuerpo lo que la mente ha aprendido intelectualmente.

Por lo tanto, nuestros pensamientos (conocimientos) sin la experiencia no son más que un conjunto de saberes; y nuestras experiencias sin conocimientos no es más que la falta de conocimiento. Para que fluya la relación entre ambos, debe darse cierta progresión, por ejemplo: se adquieren los conocimientos, luego se viven para poder aceptarlos -o no- emocionalmente.

El cerebro almacena todo lo que hacemos, y eso que hacemos incluye a nuestros pensamientos. Es decir que contamos con nuestro propia bigdata que contiene acciones, capacidades y habilidades, actitudes, reacciones emocionales, hábitos, reflejos, conductas condicionadas, que almacenamos y memorizamos inconscientemente.

Nuestra mente procesa toda esta información, y en el dialogo continúo que tiene con el cuerpo, la descarga según lo hemos memorizado. Es decir que, los pensamientos crean una experiencia que produce una emoción. A esta emoción el cuerpo responde según lo aprendido a lo largo de nuestra vida.

Nuevos pensamientos, la amenaza del cambio

En la vida, nos manejamos con nuestro mapa interno, sin saber realmente qué es lo real. Un mapa atravesado por nuestras creencias y nuestro pasado. Configurado por nuestros pensamientos (interpretaciones) sobre el mundo que nos rodea. Por esto es que nuestro mapa nunca será fiel al territorio (realidad).

Aún así, en nuestro mapa interior, para nosotros, está la verdad, porque para nosotros “el mapa Sí es el territorio”. Dándole forma a nuestra maravillosa zona de confort. Atravesamos las situaciones, cual barco en alta mar, con nuestro mapa, hacemos lo que sabemos (podemos) en cada momento, aunque si el mapa no cuenta con los recursos necesarios, es posible que naufraguemos.

Por eso es que, cuantas más posibilidades hayamos visualizado (incorporar nuevas ideas, pensamientos), mejores rutas generaremos. Esta es una meta que requiere salirnos de nuestra zona de confort. Ante un cambio, nuestro cuerpo acostumbrado a ciertas sensaciones, comienza a sentirse molesto. Entonces, los nuevos pensamientos son, en cierta forma, una amenaza para el cambio.

¿Cómo pensamos lo que vemos?

Nos encanta recorrer caminos conocidos, nos sentimos seguros recorriendo la realidad que nos construirnos. Para eso creamos nuestra zona de confort, para «estar cómodos». Así identificamos sentimientos a los que estamos habituados, es decir que los que conocemos porque los memorizamos.

A nuestros pensamientos le damos forma a partir del modo en el que la mente filtra la información que recibimos a través de nuestros 5 sentidos (visual, auditivo, kinestésico, olfativo y gustativo); en base a nuestros valores, preferencias y creencias, con lo cual ésta borra, distorsiona y generaliza aquello que experimentamos.

La acción de borrar, distorsionar y generalizar la información para almacenarla, es decir el modo en el que creamos nuestros pensamientos, que no es otra cosa que la representación de lo que vemos, puede entenderse también como la acción de administrar las palabras que hilan lo que pensamos. Repasemos los mecanismos de administración de nuestros pensamientos más comunes, que se dan ante las diferentes situaciones que enfrentamos:

Predecir el futuro: en general se da cuando nos sentimos ansiosos, enfocados en el futuro sorteamos una catarata de pensamientos malos que pueden llegar a suceder. Aunque luego, en el momento, nos damos cuenta de que todo eso que habíamos pensado no se da. Cuestión que no quita la pérdida de tiempo y malgasto de energía que nos llevó tal predicción, provocando así un estado emocional negativo.

Por ejemplo: ante la posibilidad de enviar a tu hijo a una salida escolar, te anticipas y pensás en todo lo que podría salir mal.

Leer la mente: crees que sabes lo que las demás personas están pensado (sobre vos, o cualquier otra cosa) sin tener ningún tipo de dato concreto que indique que lo que estas pensando es cierto.

Por ejemplo: “Mi pareja me miente”, “Mi jefa piensa que soy torpe”

Catástrofes: en general cuando nos sentimos ansiosos, solemos sobre-dimensionar una situación y la declaramos como un problema gravísimo, aunque no sea así.

Por ejemplo: suponemos que si las personas del grupo de whatsapp que más nos interesa, no responden  a nuestro mensaje en 3 segundos, es porque nos desprecian y el mensaje nos llevará a la ruina social.

El foco en lo negativo: es algo así como la visión de túnel, enfocada exclusivamente, en el vaso medio vacío. Así se contempla la situación sólo a partir de sus aspectos, que “creemos”, negativos.

Por ejemplo: enfocarnos sólo en lo que las personas hacen mal, sin tener en cuenta todas sus virtudes.

Generalizar: basados en nuestro mapa interior, afirmamos que todo sigue el mismo patrón, generándonos un sentimiento de impotencia frente a eso.

Por ejemplo: un socio te traicionó, todos los socios son de no confiar, nunca más podré tener un socio.

Recreando el peor escenario posible: hacemos predicciones respecto a todo lo malo que puede suceder, aunque antes nos haya ido bien, es decir que no contemplamos la experiencia pasada.

Por ejemplo: tenemos que hablar en público y pensamos que nos saldrá todo mal, nos equivocares, seremos males en la entonación y no lograremos conquistar al público. Aunque la vez anterior haya salido todo perfecto.

Etiquetar: comenzamos a ponerle una “etiqueta” a todo, e incluso a nosotros mismos en función a nuestro mapa interior, en general enfocándonos en lo negativo.

Por ejemplo: “Soy inútil, ya que no puedo tejer, aunque posee habilidad para otras cosas”.

Como vimos, los pensamientos generan una ruta que termina en el modo en el que actuamos, nos convierten en lo que somos, crean nuestro presente y como dijo Gandhi, crean nuestro destino. Es decir que, vemos lo pensamos, y eso que pensamos lo administramos de cierta manera en particular.

Por eso para abandonar viejos hábitos mentales, e interrumpir la ruta que generan los pensamientos de siempre, debemos crear una nueva mente, es decir debemos no sólo cambiar lo que pensamos, sino también tomar consciencia del modo en el que administramos eso que pensamos. Esto no es más que salirnos de nuestra zona de confort para cambiar. Abrir nuevos caminos en nuestro mapa interior para tener el mayor número de posibilidades y así mantener el rumbo que queremos en el océano de nuestra vida.

 

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