El aprendizaje es un proceso en movimiento e interdependiente. Ascender por el espiral del aprendizaje dependerá del modo en el que atravesamos los giros de crisis. Los giros de crisis no son más que las “clases” que tomamos para aprender lo que necesitamos en cada momento, aunque es posible que ante estos desafíos nos sintamos bloqueados. Dicen que la vida es la mejor maestra, ya que hasta que no aprendemos la lección, nos permite recursarla cuantas veces sea necesario. Por lo tanto, siempre tendremos la posibilidad de decidir si queremos fluir con los retos que nos toca enfrentar para salirnos del estado de bloqueo.
En ocasiones “las clases” que tomamos son de inscripción voluntaria y otras, aparentemente no, aunque más que “malas clases”, son causalidades. Como te mencioné, la vida nos enfrente a aquello que debemos aprender. Ante cada desafío, es posible que tengamos que poner en acción capacidades que nunca hemos puesto a prueba. Por ejemplo: queremos ser padres, aunque hasta ese momento no nos habías cuestionado si somos capaces para llevar una crianza responsable.
A medida que aumentan los desafíos, aumentan nuestras dudas sobre nuestra capacidad para enfrentarlo. Entonces, puede ser que comencemos a revisar las actitudes que tomamos para salir adelante en otros momentos de nuestra vida. Escaneando momentos pasados, vamos poniendo a la luz diferentes capacidades y recursos que están disponibles, para transferirlas al nuevo desafío.
Al repasar las experiencias pasadas, como vimos en el post sobre los fracasos, es bueno recordar las experiencias tal como fueron, sin sumarle ningún juicio de valor. Quedarnos con lo que aprendimos de éstas, nos puede llegar a servir para afrontar nuevas metas.
Y si creás las circunstancias
La vida pasa, y nos pone a prueba. Siempre pasa algo, el desafío mayor es el modo en el que reaccionamos frente a eso que nos pasa. Si no fluimos con lo que pasa, surge el bloqueo. Cuanto más consciente seas de tus pensamientos, más cerca estarás de crear tus propias circunstancias, y pasarás de ser una persona reactiva a una proactiva. Así dejarás de esperar el momento perfecto, y comenzarás a crearlo como vimos en el post sobre la fuerza que tienen nuestros pensamientos sobre nuestra realidad.
Cómo nos enfrentamos a los nuevos desafíos
Como vimos un desafío nos invita a poner en acción nuestras capacidades. Entonces, comenzamos a evaluar si lo podremos a afrontar, y realizamos un inventario de nuestras capacidades. Es posible que ante este inventario sucedan diferentes mecanismos. Por ejemplo: puede pasar que no descubramos que no contamos con las capacidades para enfrentar el desafío o como las tenemos tan automatizadas las pasamos por alto (como por ejemplo: todo lo implica saber manejar o leer), también podemos darnos cuenta de lo que nos falta o, por el contrario, darnos cuenta de lo que sí disponemos para salir adelante.
El modo en el que nos armemos de nuestros recursos son servirá para planificar el modo en el que lograremos alcanzar la meta, o atravesarlo. En ocasiones, el desafío no consta -en sí- en lograr una cosa, sino el modo en el que atravesamos una situación, aunque en ambos casos está en juego nuestro estado emocional, y por ende físico. Por ejemplo: acompañar a un ser querido durante un momento difícil, es una situación que requiere que estemos enteros para hacer trámites, acompañarlo de buen ánimo y seguir adelante con todas nuestras obligaciones. O lograr un nuevo puesto que requiere más horas de trabajo, que nos exija hacerlo sin desestabilizar el resto de las áreas de nuestra vida.
Repasa, con paciencia, todo tus logros, e intenta listar tus capacidades. Te sorprenderá conscientizar todos los recursos con los ya disponés, y descubrir que ya tenés todo lo que necesitás para alcanzar lo que te propongas.