¡Qué bueno que fracasé!: descubre los beneficios de tu «derrota»

Los fracasos son éxitos con mala prensa. Si sentís que fracasaste, ¡qué bueno! Los supuestos fracasos que atravesamos, no son más que experiencias que nos ayudan a ampliar nuestro mapa interior.

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Como te conté en el post sobre El mapa no es el territorio, nada de lo vemos es realmente como lo vemos porque construirnos la realidad (territorio) en relación al modo en el que la percibimos (mapa). Eso que sostenemos como verdad no es más que el reflejo de nuestro mundo interior.

Ampliar nuestro mapa interior nos da mayor cantidad de posibilidades ante cada situación. Ahora bien, es posible que, cuando planeás algo, le ponés tu empeño y energía y, no sale como querías, te sientas mal. Sentís que te defraudaste y que incluso defraudaste a otros. Aunque eso que sentís ante un fracaso no sea más que una idea. Y como es una idea, la mejor de las noticias es que: ¡las ideas se pueden cambiar!

Los fracasos y Las Creencias

El sistema de creencias que sostenemos delimitan cuáles son las experiencias que se definirán como fracasos, y el modo en el que debemos sentirnos frente a éstas. Como así también definen las situaciones que son exitosas. Como te comenté, la buena noticia es que tanto los éxitos como los fracasos, son sólo situaciones de las que podemos aprender y ampliar así nuestro mapa interior, sin que se transformen en experiencias traumáticas.

Saber que contamos con la posibilidad de cambiar cuando queramos, es uno de nuestros mayores poderes. Ahora bien, el cambio requiere voluntad y una fuerte motivación.

Una motivación de peso, refiere a esas que mueven el corazón y quiebran (a veces) el esquema de creencias que delimita nuestro entorno. Por ejemplo: el fracaso ante el descenso de peso puede estar anclado en la motivación de querer encajar con un estilo de belleza idealizado, más allá de nuestro alcance físico, sin prestarle atención a que lo que se está buscando que, tal vez sea sentirse bien con uno mismo.

Los fracasos: ¿una adicción?

Es cierto que, tomar conciencia sobre las características de nuestro mapa interior puede ayudarnos a lograr nuevos resultados. Aunque puede ser que incluso sabiendo que lograremos mejores resultados, con una motivación fuerte, igual no logremos alcanzar nuestras metas.

Entonces, podemos comenzar a cuestionarnos: ¿qué pasa?, ¿será que no sirvo ni para plantear una meta? La respuesta es, rotundamente, negativa. Aunque te resulte curioso, tu cuerpo está acostumbrado a ciertos estados químicos que se desatan ante determinados estados emocionales. El cuerpo se nutre de los estados emocionales a los que lo acostumbraste. Durante años repetís ciclos que lo alimentan. Algo así como la experiencia condicionada de Pávlov.

Cuando incorporás la perspectiva de que tanto los fracasos como los éxitos son experiencias, y contás con el dato de que el cuerpo puede ser adicto a algún tipo de estado emocional, el estrés comienza a disminuir. Y si a estas ideas, le sumás que podés analizar las situaciones sin juzgarte y con amabilidad para con vos mismo. La calma comienza a hacerse presente, y hasta podés llegar a volver a sentirte motivado.

Estás comenzando a incorporar una nueva idea, eso es genial. Ahora, tené presente que tu cuerpo no se va a sentir cómodo con un nuevo estado emocional por mucho tiempo, porque está acostumbrado a otras sensaciones. Entonces, es cuando tenés que estar más atento y apelar a tu voluntad y motivación. Una de las maneras para lograr cierta estabilidad personal puede darse a través de la práctica del coaching.

Somo lo que pensamos

La estabilidad emocional, nos permitirá prestar atención a nuestros pensamientos que luego se traducen en emociones. En relación a la adicción de los estados emocionales, Joe Dispenza, uno de los autores de ¿Y tú qué sabes?, confirma que cuando queremos cambiar reaccionamos como adictos, porque nos volvemos adictos a nuestros estados químicos del ser habituales.

Entonces, ante cualquier cambio que queramos hacer, es posible que nuestro cuerpo responda de modo negativo. Como si nos estuviera diciendo, ¡Ey!, ¿para qué vamos a cambiar si estábamos bárbaro?

El autor explica que, a medida que las situaciones del pasado (pensamientos) provocan la misma respuesta química que la del episodio original, nuestro cuerpo cree estar reviviéndolo. Al naturalizar determinados estados emocionales, es decir que subconscientemente adiestras un tipo de estado de ser, el cuerpo es quien pasa a ser el líder del equipo mente-cuerpo, convirtiéndose en la mente y, por lo tanto, puede, de cierta manera, pensar. Es decir que el cuerpo va estar buscando, de alguna manera, sentirse como sabe sentirse, y para lograrlo va a hacer todo lo posible para repitas las acciones que lo llevan al estado emocional que lo nutre.

Esta es una de las razones por las que nos cuesta tanto cambiar. Somos lo que pensamos. Aunque creamos vivir en el presente, el cuerpo-mente subconsciente está viviendo en el pasado. Así es como esperamos que suceda algo nuevo en el futuro, basándonos en situaciones previas del pasado. Como te darás cuenta, el resultado siempre es el mismo, sin lograr ese cambio que tanto queremos hacer.

Observar sin juzgar

Cuando comenzamos a analizar nuestros supuestos fracasos, sin juzgarnos, simplemente repasamos cada una de las acciones y tratamos de ver la creencia que nos llevaron a actuar así, podemos comenzar a rediseñar nuestro mapa interior.

Rediseñar nuestro mapa interior es una actividad que podemos hacer porque contamos con nuevas experiencias que son las mejores enseñanzas para saber qué repetiremos y qué no. Sería ideal que podamos hacer lo mismo con nuestros éxitos. Lamentablemente, con los éxitos no somos tan minuciosos, simplemente creemos que nos los merecemos y, “como quien no quiere la cosa”, un día nos va bien. Al tiempo cuando las cosas ya no son «exitosas», podemos creer –simplemente- que se terminó la “buena racha”.

Ejercicio para reciclar tus fracasos

Para realizar este ejercicio es importante que seas amable con vos mismo porque al revisar tus experiencias revivirás sentimientos que estás tratando de redirigir. El ejercicio consta de la comparación para la revalorización de experiencias. Trabajaremos éxitos y fracasos.

Sin juzgar y con amabilidad:

  • Recuerda el mayor de tus éxitos. Tratá de reconstruirlo en todas sus dimensiones. Sentilo, escuchalo, olelo, velo, es decir tratá de revivirlo a 360°.
  • Ahora, define, con el mayor de los detalles, los pasos previos que tuviste que hacer para lograr ese éxito o las supuestas «casualidades» que se dieron para que suceda.
  • Recuerda las personas que te ayudaron para lograrlo y el modo en el que interactuaste con ellas.
  • Tratá de recordar qué pensabas y el modo en el que te sentías.
  • Señala, por lo menos, 5 enseñanzas que te dejó esta experiencia.
  • Ahora, hacé lo mismo con el mayor de tus fracasos.

Una vez culminado el ejercicio, te encontrarás una serie de capacidades diferenciadas en las que, tal vez, no habías reparado cuando viviste tanto tus éxitos como tus fracasos. Capacidades listas para ser incorporadas a tu mapa interior, sin juicios y con amabilidad.

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