Comenzaré el post con un ejemplo para que veas lo qué nos pasa cuando queremos deshacernos de un estado emocional aprendido y queremos cambiar nuestro estado mental. Una explicación más que didáctica, que describen especializaciones como bioneuroemoción o psiconeuroinmunoendocrinología. Nos adentraremos en el diálogo entre la mente y el cuerpo, en su trabajo en equipo, mientras “todo va como siempre”, y sus efectos ante la posibilidad de cambio de nuestro mapa interior. Te explicaré, de la mano de Dispenza, qué es la adicción emocional.
Supongamos que a menudo te sentís frustrado por diferentes cosas. Si algo te sale mal en el trabajo –un comentario que se entendió mal, no te dan el puesto que querés o cualquier otro contratiempo, reaccionás frustrándote y sintiéndote mal. Imaginate que sos de esas personas que, una y otra vez, se repite para sí mism@: siempre hago todo mal.
Una práctica de más de 20 años haciéndote esto a vos mism@, donde los pensamientos de autodesvalorización se dan de manera automática, es el paraíso del entorno de la frustración. Es posible que otros factores hayan contribuido a diseñar el paisaje ideal de la frustración, aunque este post sólo se dedicará a revisar la idea sobre cómo tus pensamientos y sentimientos han definido tu estado de ser y tu contexto. Es decir que, se focalizará en la particularidad del trabajo en equipo entre la mente y el cuerpo.
Una vez que se inicia el recorrido, por el paisaje de la frustración, con un pensamiento de desvalorización sobre vos mism@, éste le está indicando al cuerpo que genere el proceso químico del que se compone este sentimiento. Está tan sellado este paisaje, en tu mapa interior, que tus células están inmersas en un mar de sustancias químicas de frustración. Con el tiempo, este estado se vuelve normal y el cuerpo comienza a interpretarlo como “agradable”. Es como vivir en la ciudad, te acostumbrás tanto al ruido que dejás de oírlo, a menos que pase algo fuera de lo común y llame tu atención.
Adicción emocional: «Dosis» cada vez más altas
Así como dejamos de oír el ruido de la ciudad porque estamos acostumbrados a éste. Lo mismo pasa con tus células, porque se terminan desensibilizándose a la sensación de las sustancias químicas de la frustración, es por eso que, cada vez, necesitarán que te sientas frustrad@ con mayor intensidad. Estarán esperando cruzar el umbral, deseosas de un estímulo más alto.
Entonces, es cuando el cuerpo recibe esta mayor “dosis” de sustancias químicas de la frustración, las células se “animan” con el estímulo, como cuando te tomás el primer mate de la mañana o el café con leche.
El ciclo es ascendente, por lo tanto ante el proceso de las células sus receptores necesitarán estímulos de frustración cada más alto. Algo así como que, vas a necesitar sentirte frustrad@ para sentir que está pasando algo en tu vida, para sentir que estás vivo. Conclusión: sos adict@ al sentimiento de frustración, y éste es fruto, únicamente, de tu diseño.
El estado de frustración sucede sin que te lo propongas porque está aprendido, es lo que aprendiste a ser. Fueron tantos años de práctica que tu cuerpo se ha transformado en la mente de la frustración.
Ya entendí, y supongamos que se “me prende la luz”
Ahora bien, digamos que te enganchaste con el post, y comenzás revisar tus pensamientos y sentimientos repetidos, como por ejemplo: la frustración, aunque puede ser cualquier otro.
Imaginemos que estás hablando con alguien, y te dice que no tendrías que sentirte mal porque lo que querías no salió como lo pensaste. Digamos que este comentario, te deja pensando y lográs ver con claridad este aspecto de tu personalidad. Entonces, se “te prende la luz” y te decís internamente: ¡Es cierto!, ¿por qué voy a sentirme frustrad@ por como resultó? Después de un momento de pensar sobre esto, tomás la decisión de cambiar, y sólo por hoy, te dispones a no frustrarte si las cosas no van como las habías imaginado. “Vas a cambiar”.
Rediseño del mapa interior
Al tener nuevos pensamientos, estás creando nuevos caminos en tu mapa interior, y ya no tenés los mismos sentimientos, ni pensamientos y viceversa. En cuanto te sentís frustrad@, te das cuenta y te aferrás a tu intención de cambiar. A la mitad de día, te sentís de maravillas, y te sorprende lo bien que está funcionando tu decisión de cambiar.
Como vimos a lo largo del post, entre la mente y el cuerpo, como en todo equipo, hay un diálogo, y éste ha sido durante años igual, logrando los mismos efectos químicos –una y otra vez-. Por lo tanto, es casi seguro de que, tus células, ante este cambio, no estarían sintiéndose tan bien como vos.
A lo largo de este tiempo, “alimentaste” a tus células con estados químicos de frustración. Tu cuerpo está acostumbrado a vivir un ciclo químico memorizado. Ahora, resulta que querés cambiar y las comenzás a privar de sus necesidades químicas, queriendo derribar su automaticidad. Tus células comienzan inquietarse porque, hasta no hace poco, tu mente y tu cuerpo trabajaban a la par para conseguir “estados perfectos” de frustración.
Ahora estás generando pensamientos positivos y como el cuerpo es el mejor lector de tu mente, comienza a preguntarse: ¿Ey, amig@?, ¿qué pasa ahí arriba? ¿qué onda? Tenemos armada la ruta de la frustración que nos insististe transitar incansablemente hasta automatizarla. Logramos reflejar tu mente con presión para que ni tu entorno pueda entrometerse en nuestro plan. ¿Y de pronto querés cambiar? ¿qué te pasa?
Entonces comienza la hecatombe, arranca un ida y vuelta, entre lo que quiere tu cuerpo y los nuevos pensamientos que incorporó tu mente. Ante al bajón, es cuando aparece una voz interna que te propone: “y si cambiamos mañana, o más tarde”. Si no funciona, puede ser que aparezca otro guión del tipo: “si todo te sale mal es culpa de…, no te das cuenta de que sos un desastre. Aceptalo”.
Ante estos pensamientos desastrosos, tu cuerpo lo único que está intentando es recuperar su estado habitual, el que conoce, donde se siente cómodo y nutrido. Quiere volver al paraíso de la frustración.
Si aflojás ante estos pensamientos que surgen como efecto de tus nuevos pensamientos, estarás seguro de que son producto de tu mente y no que están siendo comandados por tu cuerpo.
La mayoría nos sentimos identificados, ante este pequeño escenario que describen los especialistas. Cuando nuestros pensamientos van en contra de lo que sentimos, y si el cuerpo ha toma el rol de la mente, es cuando sedemos ante la posibilidad de cambio. Había una publicidad que decía: “¿Para qué vamos a cambiar si así estamos bárbaro?”.
Si ante la posibilidad de cambio, nos apoyemos en lo que sentimos para seguir adelante, es posible que no consigamos nuestras metas. Aunque estés sorprendido, éste es el poder que tiene sobre nosotros el diálogo que tienen nuestra mente y nuestro cuerpo en relación a la pareja pensamientos/sentimientos. Es por eso que, cuando queremos cambiar nos volvemos “adictos” a nuestros estados emocionales (o combustión química interna). La buena noticia es que, si queremos cambiar, podemos. Podemos rediseñar nuestro mapa interior. Ojo, no digo que es fácil, digo que es po-si-ble.
Justo, leo este post!
Creo que no hay casualidades, después de un año y medio haciendo terapia transgeneracional… intentando hace tres años bajar de peso, y siempre frustrándome hoy tomé la decisión de cambiar, y Justo hice click en este post! Genial, me encanto, me hizo bien y me engancho !!!!! Gracias !!!
Hola Carolina!, nada mejor que el «click», porque nos dice que ya no hay vuelta atrás. El cambio real comienza a rodar 😉 Que estés bien, Gaby