El lugar donde te encuentras ya llama: Aquí. Si podemos estar en el momento presente, tenemos la posibilidad de escoger cómo queremos reaccionar ante cada situación que se nos presenta. Todo es mente. La atención plena significa prestar atención de una manera determinada: de forma deliberada, en el momento presente y sin juzgar. La atención plena nos posibilita construir, algo así como, un espacio entre la situación y nuestra reacción.
En Oriente esta práctica se conoce como Vipassana, un tipo de meditación que nos invita a ver las cosas como son, sin más. A mirar profundamente. Nos invita a hacernos preguntas como: ¿esta emoción que estoy sintiendo está en mí o en la situación/objeto/persona? Claro que antes de llegar a una práctica profunda existen otras meditaciones que nos permiten dejar la mente reposar en estado de paz.
Mindfulness: la práctica de la atención plena
Fue Kabat-Zinn, fundador de la Clínica de Reducción del Estrés del Centro Médico de la Universidad de Massachussets, quien popularizó esta práctica en Occidente de la mano de un equipo que lo acompañó y apoyó en el proyecto hasta convertirlo en lo que es actualmente. Goleman, autor de Inteligencia Emocional, sobre la propuesta de Kabat-Zinn, explica que: “la práctica de la atención plena invita a la salud física y psíquica al ofrecer un método práctico y radical para abrirse camino en el desorden de nuestras mentes y encontrar lo que realmente importa.”
La atención plena, en sí, es un concepto sencillo. Su poder está en su práctica, en crear al hábito para que nuestro cuerpo se acomode a este nuevo estado mental. Como vimos en el post Tus pensamientos crean tu realidad o en el post sobre los fracasos, el cuerpo responde en función a la reacción química que generan nuestras emociones que, entre otras cosas, son el resultado de lo que pensamos.
Para qué sirve la atención plena
La práctica de la atención plena nos permite indagar quiénes somos y poner en acción una mirada crítica sobre el mundo y el lugar que ocupamos, así como también cultivar la capacidad de apreciar la plenitud de cada momento en el que estamos vivos. Aunque, lo más importante es que nos permite entrar en contacto. Dejamos de estar en piloto automático, repitiendo situaciones sin siquiera recordar que las hicimos. Nos permite parar «la rueda del hámster».
Los sabios, los yoguis y los maestros zen han estado explorando este territorio durante miles de años; han aprendido que la práctica puede resultar beneficiosa para Occidente porque nos ayuda a equilibrar nuestra tendencia cultural a querer controlar y dominar la naturaleza en vez de comprender que somos para de ella.
La práctica de la atención plena nos da, a través de un método sencillo, la posibilidad de recuperar la comunicación con nuestra sabiduría y vitalidad. Nos ayuda a hacernos cargo de la dirección que queremos tome nuestra vida en todos sus aspectos.
Cómo se practica la atención plena
El objetivo de la práctica es apreciar el momento presente y cultivar una relación, íntima con éste, a través de prestarle atención de forma continua, con amabilidad y sin juzgar. En sí la práctica se basa en la respiración, como ancla cuando los pensamientos comienzan a distraernos.
Se comienza con un escaneo corporal. Se aprecia el cuerpo, es lo más básico porque es con lo que nos identificamos. Nos ancla en el momento presente. El escaneo corporal implica observar, contemplar sin juzgar. El escaneo corporal se lleva adelante con respiración normal (inspirar y expirar por nariz). Llevar la atención por cada parte del cuerpo -teniendo en cuenta la respiración como anclaje cada vez que la mente comience a dispersarse- es el ejercicio que hacemos durante la práctica.
Cuando la práctica sobre la atención del cuerpo está naturalizada, podemos simplemente dedicar unos minutos diarios a la atención en la respiración como anclaje para reposar nuestra mente.
La práctica de la atención plena no tiene secretos, nos invita a darnos el permiso de aquietar nuestra mente y conectarnos con nosotros, darle calma a nuestro mapa interior.