La perspectiva materialista insiste en asegurarnos que tenemos una sóla vida, a la que llegamos solos y, de la que nos vamos solos. A que no te suena familiar: Sólo se vive una vez. Es posible que, por un tiempo, estos parámetros encriptados entre el tiempo/espacio y la mente/cuerpo, puedan resonarnos. E incluso, es posible que nos hayamos justificado a través de éstos. Aunque, también es probable que, un día nos demos cuenta de que, no existe tal límite espacio temporal porque somos mucho más que nuestro cuerpo/mente y por ende, ni llegamos solos, ni nos vamos solos y la “la vida” no es una sola. Comenzamos a andar el camino del Guía interior.
Comenzamos a pensar en que tiene que haber otro modo, algo más. Sentimos que debemos dejar de buscar afuera la felicidad (la paz) e ir hacia adentro, hacia nuestro guía interior (maestro, gurú, esencia, intuición, o como quieras llamarle). Es en ese momento es cuando comenzamos a andar el camino de las preguntas vitales en busca de respuestas. Un camino abonado por nuestra inteligencia existencial. No estamos más que ahondando en nuestra espiritualidad.
Al salir al encuentro de nuestro guía interior, nos damos cuenta de que éste, no es otro que nosotros mismos. La búsqueda nos recuerda que, las cosas que descurbrimos siempre las supimos, sólo que las habíamos olvidado, es por eso que el reencuentro nos da la posibilidad de redescubrirnos. En este post te cuento, más de lo que ya sabés y, que es posiblemente lo hayas olvidado.
Nuestro Guía interior y las señales
Al percibir nuestro presente desde otra perspectiva, porque nos permitimos ampliar nuestro mapa interior, comenzamos a ver en las diferentes situaciones, personas, lugares, pensamientos y emociones (todas, de “malas” y de las “buenas”) como posibilidades para explorar nuevas posibilidades que nos ayuden a reconectarnos con nuestro maestro interior. Las vemos como posibilidades para crecer.
Puede ser que nos llame la atención un libro, una frase que leemos o escuchamos por la calle, una película, una persona, una formación, un tipo de terapia, o cualquier otra cosa. Algo que nos da curiosidad porque sentimos que nos acercará a la meta que estamos persiguiendo.
Esto sucede así porque, como vimos en el post sobre el sincrodestino, la vida es como una película de misterio, tomamos a las coincidencias como mensajes codificados provenientes de la fuente o inteligencia universal. Es el juego de la verdad revelada, prestamos atención, buscamos las pistas, desciframos su significado. Nos sentimos conectados y, cultivamos una doble perspectiva que, se dirige de adentro hacia adentro, y de adentro hacia afuera.
Reubicarnos sin desarmarnos
En busca de nuestro maestro interior es posible que sintamos que es necesario dejar atrás hábitos o personas que, hasta el momento, sintonizaban bien con nosotros y, no nos sintamos del todo bien con eso. Es como si sintiéramos la necesidad de reubicarnos, aunque nos da miedo porque nos parece que nos estamos desarmarnos. La sensación de desarme ante el encuentro de nuestro maestro interior, es justamente todo lo contrario, porque lo que estamos haciendo es reunificando lo más importante, nos estamos reunificando para lograr nuestra mejor versión.
En relación a los hábitos, debemos convencernos de que somos mucho más que nuestra conducta, y que es casi seguro que ante un hábito nocivo, al querer cambiarlo para bien, nuestro cuerpo sea el primero en reaccionar en contra.
Entonces, sabemos que aunque nos parece que es la mente la que está encontrando las excusas perfectas para que el cambio no se dé, es el cuerpo el que necesita seguir alimentándose de los mismos estados de ánimo nocivos y, entonces, genera resistencia. Nos deja anclados en la sensación de que nuestra supuesta “zona de confort” es lo mejor. En donde gobierna el miedo disfrazado de “comodidad”. Nos impulsa a que sigamos igual y, que nada cambie.
Las personas con las que compartimos, no son más ni menos que lo que necesitamos para avanzar en nuestra meta, no en el sentido “interesado”, sino más bien en un sentido didáctico, ya que a través de ellas podemos develar qué es lo que necesitamos salvar, para no seguir repitiendo patrones.
Así, una vez que salvamos los aprendizajes necesarios para alcanzar nuestra meta, aquellas personas que deben seguir, seguirán estando y, las que no, no las volveremos a ver (siempre y cuando hayamos salvado «la materia», de lo contrario nos encontraremos las mismas situaciones con otras personas). Y, a su vez, vendrán otras personas que nos presentarán nuevos desafíos. Reubicarnos no es más que cambiar la perspectiva con la que nos percibimos y percibimos nuestro entorno. Entonces, todo cambia.
Todo cambio, si se da como tal, genera cambios. Los cambios que trae reconectarnos con nuestro maestro interior, son cambios del tipo “un antes y un después”. Al lograr reconectar con nuestro guía y, aunque nos distraigamos por el camino y, pensemos que el encuentro quedó en un lindo momento, podemos estar seguros de que sólo basta con que nos conectemos con el wifi universal para seguir cultivando la relación más importante que podemos tener, la de nosotros con nosotros mismos, siempre con amabilidad y paciencia.