Es posible que a primera vista este post te resulte larguísimo, aunque cuando lo termines de leer vas a querer leer y leer más. Te lo prometo. Por alguna razón contamos nuestra vida como una historia, y esa razón es sobre lo que trata este post. A todos en algún momento se nos enseñó algo acerca de los dioses y diosas del Olimpo, en la escuela, museos, viajes, películas, documentales, e incluso el deporte, en alguna parte vimos sus representaciones.
Fueron los romanos quienes veneraban estas deidades, dirigiéndose a ellas con sus nombres latinos. Su identificación fue posible porque los dioses del Olimpo tenían atributos humanos: su conducta, reacciones emocionales, apariencia y la mitología proporcionaban patrones que se asemejan a la conducta y aptitudes humanas.
Además, los dioses del Olimpo nos son familiares porque son arquetipos: es decir, representan personalidades y tipos de conductas que reconocemos a partir del inconsciente colectivo que todos compartimos.
Fue Carl Jung quien introdujo el concepto de arquetipo. Jung explica que los arquetipos se podrían comprender como “imágenes primordiales”. No son en sí motivos mitológicos determinados, sino que al poder representarse como imágenes simbólicas, su manifestación encarnada por los héroes/heroínas de los mitos, facilitan su descripción. Los arquetipos representan esencialmente un contenido inconsciente, que al hacerse consciente y se delimita cambia de acuerdo a cada uno, es decir toman una forma común a nosotros.
El inconsciente colectivo, otro de los conceptos fundamentales acuñados por Jung, es el flujo continuo donde juegan las representaciones de los arquetipos. Nunca faltaron a la humanidad imágenes poderosas que dieran protección ante el caos que supone la vida.
Shinoda Bolen, médica y analista junguiana, en su libro Las Diosas en cada mujer (también escribió sobre Los Dioses en cada hombre), explica cómo, según la etapa de la vida en la que nos encontramos, damos vida a las representación de diferentes arquetipos que pueden leerse a través de los mitos. Los dioses más famosos del Olimpo eran doce: seis dioses – Zeus, Poseidón, Hades, Apolo, Ares, Hefestos- y seis diosas –Hestia, Deméter, Artemisa, Atenea y Afrodita. Aunque Hestia (la diosa del hogar) fue sustituida por Dionisios (dios del vino), cambiando así el equilibrio hombre/mujer.
La mitología como soporte de los arquetipos anidados en el inconsciente colectivo, funciona como una fuente de recursos siempre disponibles. Deepak Chopra, está convencido de que los arquetipos son vitales para comprender y definir lo que somos: expresiones individuales de una consciencia colectiva. Nos ayudan a darle forma a quienes somos. Los mitos nos dan letra e imágenes, nos dan representaciones fáciles de asimilar porque son parte de cada uno de nosotros, Así, y a nuestra manera, armamos nuestro propio guión.
Es posible que leamos un mito y no nos sintamos para nada identificados, y al leer otro pensemos que somos la representación viviente de esa historia. En ese momento, es cuando aparece una respuesta de “¡ajá!” frente a la interpretación de un mito; justa ahí donde (y cuando) el mito que estamos leyendo nos está simbólicamente evocando algo que, para nosotros es importante, y nos vemos a través de esa historia.
Los arquetipos: de los mitos a la vida diaria
En los relatos míticos, el modo en el que se representan los héroes y heroínas recibe el nombre de arquetipos. Estas historias representan temas sobre anhelos, la imaginación y los deseos más profundos. Temas que siempre han existido porque forman parte de nuestra búsqueda frente al camino del desarrollo personal. Los vemos en los escritos de las culturas antiguas, en la literatura de todas las épocas. Sus formas cambian en función del momento histórico, pero su esencia permanece. Un estudioso del tema es Joshep Campbell, quien se encargó de investigar y describir los mitos de cada región del mundo.
A los arquetipos los vemos representados en las películas, las telenovelas y los periódicos. Por ejemplo, los cuentos de hadas están llenos de figuras arquetípicas: el hada madrina, la bruja, el lobo, el cazador, el eterno niño, el príncipe, la princesa, la madrastra malvada, entre tantos otros. O en las noticias, por ejemplo Marilyn Monroe, en quien puede reconocerse a Afrodita, diosa de la sexualidad y la belleza. A Robert Downey Jr., en el que puede reconocerse a Dionisios, un espíritu indomable y amante de la diversión. La princesa Diana, en quien podría reconocerse a Artemisa, la inconformista, la bravía, la rebelde e intrépida guerrera que lucha por lo que cree.
Christopher Vogler, guionista de Disney, señala que los arquetipos pueden entenderse como máscaras o facetas de la personalidad que usa el protagonista para avanzar en la historia. Siempre que una persona esté frente a un desafío, es alguien que está dispuesto a trascender los límites y las ilusiones del ego. Es cuando estamos ante la representación de un arquetipo. El viaje del héroe no es otro que el de la búsqueda de la identidad y la totalidad como ser. El héroe se ve envuelto en un proceso que exige transformarse a integrarse como ser humano, es por eso que tienen una intención muy clara, cualquiera que sea ésta.
Frente al arquetipo y las energías para el cambio
Por el rol que cumplimos recibimos diferentes etiquetas, en mi caso podrían ser: madre, hermana, cuñada, nuera, hija, tía, amiga, compañera, esposa, etc… Como vimos, para llevar adelante estos roles ponemos en acción diferentes “figuras simbólicas” que aprendimos o hacemos conscientes. Ahora, si nosotros mismos nos etiquetamos (negativamente), es posible que quedemos encerrados en creencias limitantes, como una mariposa en un frasco. Adoptar un arquetipo no es lo mismo que etiquetarse, los arquetipos son modelos de vida, imágenes e ideas que guían tu vida hacia tu propósito.
Para quienes no nos conozcan, inclusive para nosotros mismos, es importante saber que somos mucho más que nuestra conducta. Es decir que si bien lo que hacemos, puede definirnos en ese momento, y depende de nuestras capacidades y habilidades, valores y creencias, e incluso espiritualidad, en relación a un contexto, no nos define en total. Somos un cúmulo de dimensiones que está constante movimiento, y que por ende se puede cambiar.
En el viaje de la vida, de nuestra vida, de la que somos protagonistas (se supone) vamos transitando diferentes momentos, de los que nos nutrimos de nuestro conocimiento previo para sobrellevar adelante los diferentes retos que se presentan. Ahora, como vimos, contamos con un bigdata (inconsciente colectivo) del que podemos nutrirnos para desarrollar las habilidades que nos faltan o ampliar nuestro marco de referencia modificando una creencia limitante. Es como si los arquetipos fueran semillas que podemos cultivar mentalmente y así obtener su energía, pudiéndola activar para nuestro bienestar.
Energías arquetípicas, su forma y correspondencia
Stephen Gilligan, psicoterapeuta, explica que existen tres tipos de energías arquetípicas para lograr un cambio generativo (poderoso), éstas son: fiereza (fuerza, intensidad), ternura (suavidad, apertura, delicadeza) y un ánimo juguetón (humor, flexibilidad, creatividad) Dilts, toma la explicación de Gilligan como parte de su explicación para enriquecer el estudio de la estructura de la experiencia subjetiva.
A estas energías se les puede llamar arquetípicas porque todos los seres humanos (y la mayoría de los mamíferos) las poseen, por lo tanto no tienen que ser aprendidas, deben ser descubiertas. Vienen “con el envase”, han evolucionado a lo largo de muchas generaciones y son un aparte fundamental de nuestro inconsciente colectivo, inteligencia universal o como prefieras llamarle.
Desde que nacemos poseemos la capacidad de expresarlas de algún modo. Cada energía arquetípica nos sostiene para que podamos afrontar eficazmente los retos y las oportunidades de la vida. Necesitamos la fiereza para mantener los compromisos y establecer límites. Para asumir cualquier tarea importante, uno tiene que estar dispuesto a mantener un compromiso fiero (agresivo, áspero): un enfoque profundo e intenso. Esta energía arquetípica se puede descubrir en el arquetipo del guerrero.
Necesitamos la ternura para conectar con los demás, para sentir nuestra plenitud emocional y para dar y recibir eficazmente la nutrición necesaria a fin de crecer y sanar. Si vamos a afrontar un reto profundo en la vida, tendremos que estar conectados con la ternura. Es lo que te permite tocar y ser tocado, aliviar, calmar y estar calmado, sentir empatía y sensibilidad, de ser amables con nosotros mismos, entre otras emociones y sensaciones. Es la energía arquetípica de la madre y del sanador.
Necesitamos del ánimo juguetón para encontrar nuevas perspectivas, para ser creativos y fluir. El humor y el ánimo juguetón nos permiten “salir de la zona de confort”, de nuestras limitaciones y sentir las cosas de muchas otras maneras. Cuando estamos demasiados serios nos quedamos rígidamente fijados a una perspectiva o punto de vista en particular. El ánimo juguetón y el humor ayudar a mover las cosas, a soltarlas y mantenerlas en marcha, y a crear espacios para nuevas posibilidades. Es la energía arquetípica del cambiador de formas.
Si bien, como explica Gilligan, poseemos estas energías desde que nacemos, es decir que no hay que aprenderlas, la forma de usarlas y expresarlas es una cuestión de habilidad. Por eso es válido nutrirnos de los mitos (historias primordiales) y vernos reflejados en éstas para sí bucear en nuestro modo de actuar en relación a nuestro entorno y viceversa.
¿Cómo se expresa cada energía arquetípica en estado de equilibrio y desequilibrio?
- La fiereza se manifiesta en forma de determinación, claridad, fuerza, coraje, compromiso, límites, ver más allá de los juegos y seducciones, y proteger la vida, tanto la propia como la de otros. Cuando nos bloqueamos, esta misma energía se vuelve tensa, contraída y reactiva. Sin suavidad ni humor, descontrolada y descentrada se expresa como violencia y agresión.
- Las expresiones de ternura toma la forma de bondad, calma, dulzura, delicadeza, amabilidad, etc. Pero si te perdés en la energía de la ternura, podés volverte demasiado suave y sentimental. El lado oscuro de la ternura es la debilidad, la falta de límites claros, la dependencia, entre otras conductas.
- El ánimo juguetón nos ayuda a estar sueltos, alegres, fluidos y a ser capaces de “salir de las perspectivas rígidas”. En su aspecto descentrado y desenraizado, desconectado de la fiereza y la ternura, el ánimo juguetón puede convertirse en cinismo, superficialidad, irresponsabilidad y trucos engañosos.
Es necesario mantener el equilibrio entre estas tres fuerzas y “humanizarlas” expresándolas desde tu “centro” para atravesar el viaje como el héroe (que sos), poniendo en acción la mejor faceta arquetípica, según sea necesario.