La gente no cambia. A menos que no quiera. Estamos en cambio constante, y si queremos podemos acompañar ese cambio de la mejor manera para nosotros mismos. Por eso, si no te gusta tu forma de ser, cambiala. Se puede. Supongamos que nos encontramos con alguien en la calle, si bien escaneamos su aspecto a través de nuestros sentidos, en lo que nos enfocamos es en su forma de ser, en lo que hace y cómo lo hace. La definimos en función a lo que sabemos, nuestros prejuicios, nuestro estado de ánimo, en fin, a nuestra personalidad. En general, definimos a la persona que tenemos enfrente en función a nuestros juicios, sin reparar en la persona en sí, cuestión que hace que no sea fiel lo que creemos sobre ella, a ella misma.
Vale repasarlo, si se da un intercambio casual en la calle, actuaremos en función a nuestra personalidad, estado de ánimo y sumaremos toda la información que trabajamos mentalmente apenas nos cruzamos. Es posible que por alguna razón la persona, ese día, haya tenido un suceso de malos momentos, y esté de mal humor. En la charla que tenemos, nos contesta de mala manera y la despedida se da casi sin saludo alguno. Pero, como nosotros no sabemos nada sobre la persona más que nuestros prejuicios, y menos sobre lo que le pasó ese día, cuando nos despedimos, en general, pensamos: ¡qué cascarrabias que es!
No te gusta tu forma de ser, cambiala: del estado de ánimo a la personalidad
Supongamos que el lunes, antes de salir al trabajo, nos damos cuenta de que falta leche en la heladera, es que el finde estuvo para quedarnos mirando series. Entonces, nos hacemos una escapada rápida al supermercado, y cuando estamos de vuelta en casa, nos damos cuenta de que el sachet estaba roto y nos manchó toda la ropa. Nos da bronca, el reloj corre mientas nos cambiarnos. Sabemos que llegaremos tarde. Luego al llegar a la parada del subte, éste se encuentra con demora, y cuando queremos tomar el colectivo, la cola da la vuelta a la esquina. Nuestros nervios suben por el aire. Cada vez se hace más tarde. Nos subimos a un taxi, y cuando queremos pagar, nos damos cuenta de que nos olvidamos la billetera porque la habíamos sacado para ir al súper. El reloj sigue corriendo, hasta que conseguimos que alguien nos preste dinero para pagar. Llegamos a nuestro lugar de trabajo, y como de costumbre, un compañero nos pregunta: ¿cómo estás?, y le respondemos de muy mala manera, ¿¡mal!?
Nuestro estado de ánimo no es más que un estado emocional de corta duración. Algo en nuestro contexto desencadena una respuesta emocional (en este caso, la leche derramada, el subte demorado, el olvido de la billetera, la pérdida del presentismo) En función al modo en el que nos tomemos lo que nos pasa, es lo que pasará con este estado de ánimo y, en consecuencia, con nuestro cuerpo, porque cuanto más nos quedemos anclados en el que pasó, más durará la sensación de malestar.
Ahora, si nos esforzamos en mantener el estado de ánimo que supimos conseguir, éste se transformará en lo que se conoce como: temperamento. Y si lo mantenemos por años, finalmente, lo transformaremos en un rasgo de nuestra personalidad. Como vimos al inicio del post, puede ser que la cualidad de “cascarrabias” de la persona que nos cruzamos por la calle, haya sido su estado de ánimo, su temperamento o un rasgo de su personalidad. En general solemos etiquetar, o quedar etiquetados por nuestra conducta, sin saber realmente qué es lo que se está etiquetando. E incluso luego de etiquetar, solemos generalizar. “¿Viste?, todos los que hacen tal cosa de tal manera son unos amargados (resentidos, antipáticos, chusmas, malintencionados, y así infinitos adjetivos calificativos).”
Al sostenerse sobre lo que vivimos, los rasgos de nuestra personalidad son un efecto de nuestras experiencias pasadas, y del modo en el que decidimos atravesarlas. Por eso, aseguran los que saben, que para cambiar nuestra personalidad deberíamos dejar de vivir en el pasado. Sí, leíste bien, podés cambiar, si querés.
Mal pero bien
Los hábitos como rasgos de nuestra personalidad, nos permiten indagar aún más sobre nuestro mapa interior. Puede ser que te estés preguntando: ¿Cómo mal pero bien?, y respondiéndote al mismo tiempo, o bien o mal. Esta es una idea difícil de comprender porque es algo traicionera. La idea es que cuando interiorizamos hábitos que son nocivos para nosotros, estos encierran en sí una intención positiva, algo así como una satisfacción a corto plazo, aunque a la larga nos terminan perjudicando. Pensá, por un momento, todo lo que hacemos que nos hace mal, aunque nos da cierto placer en el momento, como por ejemplo: fumar, comer compulsivamente, comer poco saludable, estresarnos, dejar todo para después, derrochar, distraernos con cosas sin relevancia… Si te animás, te invito a completar la lista con algo que hacés que sabés que a la larga te va a salir carísimo (más allá del dinero). Como el ejemplo que vimos sobre la falta de leche en la heladera.
El famoso 5 minutos más de la mañana, no es porque la persona es vaga y lo único que quiere es dormir, sino más bien es que trata de disfrutar un poco más del placer de dormir. O por ejemplo, aquellos que se hacen los graciosos sin pausa, esperan por último, ser aceptados como personas divertidas en entre sus conocidos. Ambos ejemplos, muestran pequeños momentos de satisfacción a corto plazo, que a larga puede dañar nuestra vida de algún modo. Hábitos que han ido calando pequeños caminos de nuestro mapa interior y que dan diferentes tonalidades a nuestra personalidad.
Y si ampliamos nuestro mapa interior
El modo en el que respondemos, ¿nos define?, ¿somos así o estamos influenciados por lo que vivimos y el modo en el que nos lo tomamos? Es posible que, si cada vez que nos pasa algo fuera de lo previsto, y nos ponemos de muy mal humor, las personas que están cerca, nos hayan etiquetado de alguna forma, igual que hacemos nosotros con lo demás. Por eso, reflexionar sobre la idea de que somos mucho más que el modo en el actuamos, nos lleva a ampliar nuestro mapa interior. Si querés, podés cambiar.
Una idea poderosa, y por eso vale su repetirla. Sí, leíste bien, si querés, se pueda cambiar. Aunque es curioso, al observar nuestros pensamientos, nos damos cuenta de que podríamos ser los protagonistas de Volver al Futuro, porque nuestra mente está siempre en el pasado o en el futuro, automatizando hábitos que responden a cualidades de nuestra conducta. Vimos en un post que nuestros pensamientos crean nuestra realidad. Permitirnos vivir el presente es un acto de generosidad para con nosotros mismos, y una decisión. La atención de calidad sobre el presente nos permitirá recrear pensamientos positivos que se verán, indefectiblemente, proyectados en nuestro futuro porque estarían creando nuevos caminos para transitar. Crear ese futuro que ahora, anclad@ en tu viaje en el tiempo, te parece imposible.