Ya contás con todo lo que necesitás, es un supuesto del optimismo vital. No es más que la confirmación para ponerse acción y lograr el cambio que se quiere. Atraemos lo que somos, y somos lo que pensamos. Está en nosotros comenzar a tomar consciencia sobre nuestros pensamientos para realizar las acciones que nos permitirán alcanzar aquello que queremos ser capaces de conseguir.
El trabajo es simple, inventariar todos los recursos internos y externos con los que contamos. A la hora de inventariar nuestros recursos todo cuenta. Saber lo que uno tiene es la clave para poder gestionar lo que falta. El propósito de generar un inventario, lejos está de querer reconocer o alcanzar la perfección, más bien se trata de delimitar nuestro presente.
Los objetivos como brújulas de las metas
Para poder establecer –con precisión- los recursos con los que contamos, una manera puede ser comenzar por saber qué es aquello que queremos ser capaces de conseguir. Puede ser que queramos mejorar una relación, nuestra salud, nuestro desarrollo personal, nuestra situación laboral, entre tantas otras cuestiones que pueden estar en nuestra lista de prioridades.
Los objetivos son como brújulas que nos indican con claridad aquello que queremos lograr, por eso es necesario que sean concretos, viables y acotados en una línea de tiempo y lugar. Cuanto más concretos sean, más claro vamos a definir qué es lo que queremos ser capaces de conseguir. Hay tratar de evitar generalidades, del tipo: quiero mejorar mi situación laboral. Deberían definirse los pasos (acciones) que se deberán seguir para alcanzar el objetivo.
La viabilidad de nuestro objetivo es la diferencia entre trabajar sobre algo posible y algo fantasioso. Es decir que, debe ser un objetivo que podamos alcanzar. Es aquí donde comenzamos a definir el inventario de nuestros recursos disponibles, tanto internos como externos, y analizar también los recursos que nos faltan. Es muy importante que tengas presente, la viabilidad de que estás planteándote como objetivo. Recuerda ser amable con vos mismo, y no planificar frustraciones aseguras gracias a objetivos fantasiosos.
La línea de tiempo y el espacio, no son más que el cuándo y el dónde sobre los pasos a seguir para lograr nuestra meta. Por ejemplo, plantear objetivos a corto plazo o a largo plazo. Pueden ser objetivos a 6 meses, que luego pueden desarmarse en pequeños objetivos (pasos) que nos conducirán a la concreción del objetivo mayor.
La mejor de las películas
Ahora que tenés tu objetivo: real, viable y delimitado en un tiempo/espacio. Te propongo te imagines cómo sería tu vida, en todas sus dimensiones, si ya hubieses alcanzado el objetivo que te planteaste. Analiza con detención cada parte de ese logro, e intentá visualizar aquellos recursos, internos y externos, con los que cuentas ahora que lograste el objetivo.
Otra vez en el presente, y con la lista de tus recursos (internos y externos) disponibles, tanto los que tenemos como los que nos faltan, podremos compararla con la lista de los recursos (internos y externos) una vez alcanzado el objetivo. Así podremos chequear si están bien delimitados los recursos que hemos acotado en un principio.
Mañana mejor que hoy
Una vez que tenemos el planteo de nuestro objetivo, y nos disponemos a trabajar por alcanzarlo es buenos saber que si hoy no hicimos lo mejor posible, o no pudimos cumplir alguno de los pasos pautados, no pasa nada, con amabilidad y sin juzgar, reorganizamos las tareas, y nos decimos: “mañana lo haremos mejor que hoy”.