El duelo es una experiencia profundamente personal. Sin embargo, vivimos en una sociedad que intenta encasillarlo en etapas lineales, tiempos establecidos y reglas que rara vez reflejan la realidad de quien atraviesa una pérdida. Nos dicen que hay que ser fuertes, que el tiempo lo cura todo, que debemos seguir adelante como si nada. Pero la verdad es otra: no existe una única manera de vivir el duelo.

Cada persona enfrenta la pérdida de forma diferente. Algunos necesitan hablar sobre lo que sienten, mientras que otros prefieren procesarlo en silencio. Hay quienes lloran durante meses y quienes no derraman una lágrima. Algunos buscan apoyo en la espiritualidad, en la terapia o en la escritura. No hay una respuesta correcta, solo la forma en la que cada uno encuentra sentido a lo que ha vivido.
El proceso de duelo
El problema surge cuando intentamos encajar en expectativas ajenas. Frases como «ya deberías estar mejor», «debes ser fuerte por los demás» o «es hora de pasar página» pueden hacer que la persona en duelo se sienta incomprendida o, peor aún, culpable por su propio proceso. En lugar de ayudar, estas ideas limitan la expresión natural del dolor y pueden prolongar el sufrimiento.
Aceptar que el duelo es único y que no tiene una duración exacta es el primer paso para transitarlo con más compasión. El acompañamiento adecuado puede marcar una gran diferencia en este camino, permitiendo que cada persona viva su proceso a su propio ritmo, sin juicios ni presiones.
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