Al plantear un objetivo es posible que te quedes en el aspecto racional, es decir que piensas en cuando lo logres, sin apropiarte de lo que quieres. Al comenzar a trabajar sobre la meta que se quiere alcanzar es clave tener en cuenta la relación mente-cuerpo, y en este post te cuento de qué se trata.
¿Qué siento al plantear el objetivo?
El primer paso es tener en cuenta lo que sientes al plantear el objetivo. Para esto, al pensar en lo que quieres lograr, simplemente debes prestar atención sobre lo que sientes. Por ejemplo: si tienes como meta recibirte, cuando lo piensas, trata de notar si aparecen sensaciones de rechazo o más bien sientes que todo estará bien. Es decir, debes tratar de notar si lo que estás pensando te hace sentirte incómodo o no. Es muy sutil, y esta toma de consciencia te ayudará ante la necesidad de trabajar sobre tus juicios de valor negativos, para que no proyectes tu futuro desde una vibración de carencia.
El presente como línea de partida
Una vez que notaste cuáles son las emociones y pensamientos que aparecen al plantear tu meta, es importante que puedas observar tu presente (sin juzgar) con el propósito de tener en claro desde dónde estás partiendo. La objetivad te ayudará a valorar la línea de partida que no es más trampolín a tu futuro. Registrar el presente desde una perspectiva de reconocimiento (y agradecimiento) te permitirá modificarlo, porque no hay forma de modificar algo si no se sabe “cómo es” lo que se quiere modificar.
Descubre el poder de tu cuerpo
La reacción tiene un camino previo, y podría definirse así: el pensamiento, genera una emoción, y está una reacción. Toda esta ruta, genera una reacción química en nuestro cuerpo. El cuerpo está “acostumbrado” a sentirse de determinada manera. Cuando estamos en nuestra zona de confort, y decidimos cambiar, el cuerpo es el primero en responder porque no quiere cambiar “su alimento”, quiere seguir “comiendo” lo que está acostumbrado.
Si lo alimentaste con “malestar”, y ahora te quieres sentir bien, es posible que en un inicio sientas motivación, al poco tiempo encuentres todas las excusas posibles para no seguir. Esas “excusas” que creemos son producto de nuestros pensamientos, más bien están gobernadas por el cuerpo, que es quién no quiere “cambiar”. En ese preciso momento, es cuando la perseverancia te ayudará a cambiar el hábito.
En este video te cuento en detalle estos puntos:
Al descubrir la relación entre tu mente y cuerpo, verás que no hay meta imposible.
¡A por tu objetivo!