¿Y si creés en algo que te haga bien?

«El tren pasa una sola vez en la vida«, «Aunque quiera, ya no puedo hacer nada más«, «Esto es lo que me tocó« ¿Y si creés en algo que te haga bien? No es una invitación a mentirnos, es una invitación a que seamos más amables con nosotros mismos y nos permitamos, sólo por hoy, pensar diferente.

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No sé si te suenan familiares las frases con las que empieza el post. Suelen ser las creencias que nos repetimos a diario y actuamos en consecuencia. Uno de los expertos en PNL que ha trabajado en profundidad el tema de las creencias, fue Robert Dilts, quien en su libro Cómo cambiar una creencia explica que, las creencias son una fuerza muy poderosa dentro de nuestra conducta.

Sabemos que si alguien realmente cree que puede hacer algo, lo hará, y si cree que es imposible hacerlo, ningún esfuerzo -por grande que sea- logrará convencerlo de que se puede hacer. Aquello en lo que creemos sobre nosotros mismos y sobre nuestro contexto tienen un gran afecto sobre lo que hacemos a diario. Claro que poseemos creencias que nos potencian y otras que nos limitan.

En qué creen, los que creen

Las personas, en su mayoría, creen que sus creencias pueden afectar a su salud, su vida o su futuro. No es difícil identificar algunas creencias nocivas que provocan problemas relacionados con la salud como el cansancio constante, el estrés, o la disminución del nivel de defensas. El punto está en que podamos definir, cuáles son las creencias que son positivas para nuestro desarrollo personal y cuáles nos afectan, e ir por un cambio que nos potencie.

En sí, una creencia poco tiene que ver con “cómo hacer”, o con un tipo de comportamientos. Una creencia es una generalización sobre cierta relación existente entre experiencias. Es un marco que cultivamos en nuestra mente, y mantenemos a lo largo del tiempo.

Un cultivo bien intencionado que puede cambiar

Las creencias, como arcilla, modelan e influyen en nuestras aptitudes, salud, creatividad, el modo en el que nos relacionamos e incluso en nuestros sentimientos de felicidad y éxito personal. Son tan poderosas en nuestra vida que caemos en la duda, si será posible poder controlarlas para nuestro bien.

Nuestras creencias han sido plantadas en nuestro cultivo mental desde que fuimos niños, por nuestra familia, los maestros, la sociedad, y luego medios de comunicación y otros soportes las fueron reforzando. Este es un proceso que está naturalizado, por lo tanto, lo aceptamos como “cierto” hasta que nos damos cuenta de que podemos cambiar.

El punto está en que cuando tenés una creencia que querés cambiar, ésta no está más que en tu mente porque no están basadas en la realidad. Las creencias, justamente, tratan sobre cosas que nadie puede corroborar realmente. Por ejemplo: si alguien tiene un desengaño amoroso, nadie sabe qué pasará en el futuro, si podré rehacer su vida amorosa. No hay realidad presente que diga que sí lo podrá hacer o no. Y entonces, no queda otra que creer que logrará volver a enamorarse.

Supnogamos que decido, firmemente, cambiar

Al decidir cambiar, el 90% del cambio está ganado. Cuando realmente se quiere cambiar. Hay una convicción. Ahora bien, esto no impide que en el algún punto del proceso se sienta desánimo y haya una recaída porque las creencias no tienen por qué ajustarse a una realidad presente.

Cuando nuestro entorno nos juega en contra debemos estar atentos a tomarlo como un indicador más que deberemos vencer si queremos lograr un cambio. Si nuestro entorno nos acompaña en la decisión de cambio todo nos resultará más llevadero.

La finalidad de las creencias es dar una motivación lo suficientemente poderosa para poder alcanzarlas. Dilts asegura que, existen tres clases de problemas típicos relacionados con las creencias:

– La desesperanza: cuando una persona está desesperanzada siente o cree que no hay ya solución posible. Que no existe ya esperanza alguna. Esta es una creencia sobre el resultado. Si dicho resultado es imposible, ¿para qué molestarse ya?

Por ejemplo, la mayoría no puede vencer la fiaca de entrenar, ¿para qué molestarse en intentarlo si es imposible ya recuperar la salud física?

– La sensación de impotencia: «Es cierto que algunas personas han logrado emprendimientos exitosos». «Yo no sería capaz. Sé que es posible, pero yo no soy capaz». «Algunos tienen negocios prósperos, pero yo no soy capaz de lograrlo».

– La sensación de no valer lo suficiente: «Tal vez sea posible, tal vez yo fuera capaz, pero, ¿lo merezco? ¿Me lo he ganado? Tal vez no merezco mi bienestar. No he hecho méritos suficientes para lograrlo. Quien cree que no merece algo no se esfuerza por conseguirlo. Sin embargo, cuando creemos que merecemos una cosa, luchamos por ella con uñas y dientes.

Las creencias son cultivos que por años hemos mantenido, no será fácil modificarlas, aunque si encontramos la motivación que nos llene el corazón, éste será solo el comienzo de la felicidad que tanto ansiamos.

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